Con el indisimulable nerviosismo que cargan los futbolistas sub 23 que representarán a la celeste en los Juegos Olímpicos de Londres y la falta de trabajo en equipo, el proceso se desarrolla contrarreloj y sin los futbolistas que actúan en el exterior
Al ingresar al Complejo deportivo que la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) tiene en la ruta 102, el visitante comienza a transitar por caminos que no suelen ser comunes en el fútbol uruguayo. Por la infraestructura que deslumbra y por la que está en proceso –una cancha techada–, por el excelente estado de los campos de juego, porque la naturaleza brinda un entorno especial y porque los jugadores que corren por esas canchas suelen ser lo más selecto del fútbol uruguayo con la perfección que recibieron en el exterior. Todo eso es bien uruguayo y uno de los tantos cambios que vivió la AUF tras la refundación de la celeste que se inició en el último lustro, que brinda la sensación de traspasar el umbral del tercer mundo al primero con tan solo cruzar un portón. Y es en ese escenario en el que la selección olímpica se prepara para defender el prestigio de Uruguay en los Juegos Olímpicos.
El detalle, por estos días, es que el equipo sub 23 que trabaja es el que conforman los jugadores de la actividad local y que el técnico Óscar Washington Tabárez debe encauzar contrarreloj para llevarlo a Londres en plenitud futbolística.
Para muestra basta un botón: en el primer trabajo que el DT desarrolló el martes con los olímpicos, pidió que presionaran, que trataran de recuperar la pelota, que trabajaran el balón en el mediocampo y que luego buscaran el mejor momento para verticalizar el juego. Puso a correr una pelota por el césped, ex profeso en el sector en el que había cuatro jugadores (dos de cada equipo) y se inició una confrontación plagada de imprecisiones, con acciones más emparentadas a un partido de baby fútbol que a un entrenamiento de la selección. Inmediatamente Tabárez comprendió que debía volver a repetir los conceptos que había explicado con la claridad que acostumbra unos minutos antes, como si se tratara de una lección que esos jugadores nunca habían escuchado en sus clubes. Había algo más que falta de atención o de conocimiento: los futbolistas de la sub 23 están sufriendo la ansiedad de querer resolver todo en un pase, por la desesperación por mostrar y de demostrar al técnico que son capaces de ganarse un lugar en el equipo olímpico. Y contra eso no se puede. Por esa razón, Tabárez paró por tercera vez el entrenamiento en 10 minutos y explicó lo mismo. Les dijo que quería que tuvieran la pelota, pero que el mediocampo no se transformara en un embudo en contra que beneficiaba al rival.
El detalle, por estos días, es que el equipo sub 23 que trabaja es el que conforman los jugadores de la actividad local y que el técnico Óscar Washington Tabárez debe encauzar contrarreloj para llevarlo a Londres en plenitud futbolística.
Para muestra basta un botón: en el primer trabajo que el DT desarrolló el martes con los olímpicos, pidió que presionaran, que trataran de recuperar la pelota, que trabajaran el balón en el mediocampo y que luego buscaran el mejor momento para verticalizar el juego. Puso a correr una pelota por el césped, ex profeso en el sector en el que había cuatro jugadores (dos de cada equipo) y se inició una confrontación plagada de imprecisiones, con acciones más emparentadas a un partido de baby fútbol que a un entrenamiento de la selección. Inmediatamente Tabárez comprendió que debía volver a repetir los conceptos que había explicado con la claridad que acostumbra unos minutos antes, como si se tratara de una lección que esos jugadores nunca habían escuchado en sus clubes. Había algo más que falta de atención o de conocimiento: los futbolistas de la sub 23 están sufriendo la ansiedad de querer resolver todo en un pase, por la desesperación por mostrar y de demostrar al técnico que son capaces de ganarse un lugar en el equipo olímpico. Y contra eso no se puede. Por esa razón, Tabárez paró por tercera vez el entrenamiento en 10 minutos y explicó lo mismo. Les dijo que quería que tuvieran la pelota, pero que el mediocampo no se transformara en un embudo en contra que beneficiaba al rival.
De a poco, en cada detención el técnico fue llevando a que las pulsaciones que andaban a 1.000 bajaran a un estado de excitación más acorde a un entrenamiento de fútbol y no al de una práctica con la carga emocional que significa pelear por un lugar para los Juegos Olímpicos.
Cuando ya el reloj marcaba 15 minutos de entrenamiento, los jugadores empezaron a entender lo que quería Tabárez. Lo mismo que desarrolla en la selección mayor, como para defender la idea de que todas las selecciones juegan con el mismo estilo y eso que desde hace un par de años le genera placer al hincha y provoca el deseo de imitar en el campo a los jugadores que actúan en equipos del medio. Cuando eso sucedió, el fútbol de la sub 23 empezó a ser fútbol, pero quedaron marcadas las diferencias: en cancha estaba un seleccionado que actúa en el medio, con escaso recorrido internacional y con el lento ritmo del fútbol uruguayo, una característica inconfundible y contra la que deberá luchar el entrenador.
Lo que quedó claro es que Tabárez quiere para su equipo lo que desarrolló en la selección mayor que culminó cuarta en el Mundial de Sudáfrica de 2010 y primera en la Copa América de 2011. Y se los hizo saber cada vez que paró el entrenamiento. El técnico pretende que su oncena presione al rival cuando tiene la pelota, con un desgastante trabajo fundamentalmente en el mediocampo, que una vez que tenga la pelota la hagan circular sin ponerla en riesgo y buscando a los delanteros para ejecutar el resto del libreto.
Uno de los aspectos más difíciles que tendrá que desterrar Tabárez es el prejuicio que tienen los futbolistas uruguayos de tocar para atrás y para los costados. No están acostumbrados a hacerlo en las canchas uruguayas porque cuando eso sucede la tribuna silba, exige que los jugadores ataquen o se escucha el murmullo, la peor sensación que puede bajar de una tribuna.
El técnico consiguió con la selección mayor imponerse a esa mala costumbre de la tribuna y con la fuerza del cuarto puesto del Mundial consiguió instalar la pausa, tocar para el costado y para atrás, como una fórmula para ganar minutos cuando el equipo no tiene la capacidad futbolística para pasarle por encima al rival.
El plantel de Uruguay que trabajó el martes estuvo integrado por los jugadores del medio, excepto los futbolistas de Peñarol y Defensor Sporting que esta semana tienen compromisos con sus clubes por la actividad en la Copa Santander Libertadores. Nacional aportó siete jugadores al combinado: Abero, Bueno, Calzada, Píriz, Rolín, Romero y Viudez; Wanderers cuatro: Martín y Maxi Rodríguez, Olivera y Martínez; Cerro tres: Cubero, De los Santos y Mastriani; Liverpool dos: Aguirre y Barboza y uno cada uno Defensor Sporting (Pintos), Fénix (Silva), Danubio (Mayada) y Cerro Largo (Campaña).
Durante el trabajo específico de los goleros, Campaña sufrió una luxación en un dedo de la mano izquierda, se retiró del entrenamiento y el miércoles no participará de la práctica de fútbol.
Tabárez realizó el martes su décimo entrenamiento con la selección olímpica, que todavía está verde y ansiosa. No es un detalle menor que hasta el 18 de junio no tendrá a todo el plantel y cuando debute en los Juegos Olímpicos solo acumulará un mes de trabajo y tres amistosos. La mochila para los celestes será muy pesada.
Cuando ya el reloj marcaba 15 minutos de entrenamiento, los jugadores empezaron a entender lo que quería Tabárez. Lo mismo que desarrolla en la selección mayor, como para defender la idea de que todas las selecciones juegan con el mismo estilo y eso que desde hace un par de años le genera placer al hincha y provoca el deseo de imitar en el campo a los jugadores que actúan en equipos del medio. Cuando eso sucedió, el fútbol de la sub 23 empezó a ser fútbol, pero quedaron marcadas las diferencias: en cancha estaba un seleccionado que actúa en el medio, con escaso recorrido internacional y con el lento ritmo del fútbol uruguayo, una característica inconfundible y contra la que deberá luchar el entrenador.
Lo que quedó claro es que Tabárez quiere para su equipo lo que desarrolló en la selección mayor que culminó cuarta en el Mundial de Sudáfrica de 2010 y primera en la Copa América de 2011. Y se los hizo saber cada vez que paró el entrenamiento. El técnico pretende que su oncena presione al rival cuando tiene la pelota, con un desgastante trabajo fundamentalmente en el mediocampo, que una vez que tenga la pelota la hagan circular sin ponerla en riesgo y buscando a los delanteros para ejecutar el resto del libreto.
Uno de los aspectos más difíciles que tendrá que desterrar Tabárez es el prejuicio que tienen los futbolistas uruguayos de tocar para atrás y para los costados. No están acostumbrados a hacerlo en las canchas uruguayas porque cuando eso sucede la tribuna silba, exige que los jugadores ataquen o se escucha el murmullo, la peor sensación que puede bajar de una tribuna.
El técnico consiguió con la selección mayor imponerse a esa mala costumbre de la tribuna y con la fuerza del cuarto puesto del Mundial consiguió instalar la pausa, tocar para el costado y para atrás, como una fórmula para ganar minutos cuando el equipo no tiene la capacidad futbolística para pasarle por encima al rival.
El plantel de Uruguay que trabajó el martes estuvo integrado por los jugadores del medio, excepto los futbolistas de Peñarol y Defensor Sporting que esta semana tienen compromisos con sus clubes por la actividad en la Copa Santander Libertadores. Nacional aportó siete jugadores al combinado: Abero, Bueno, Calzada, Píriz, Rolín, Romero y Viudez; Wanderers cuatro: Martín y Maxi Rodríguez, Olivera y Martínez; Cerro tres: Cubero, De los Santos y Mastriani; Liverpool dos: Aguirre y Barboza y uno cada uno Defensor Sporting (Pintos), Fénix (Silva), Danubio (Mayada) y Cerro Largo (Campaña).
Durante el trabajo específico de los goleros, Campaña sufrió una luxación en un dedo de la mano izquierda, se retiró del entrenamiento y el miércoles no participará de la práctica de fútbol.
Tabárez realizó el martes su décimo entrenamiento con la selección olímpica, que todavía está verde y ansiosa. No es un detalle menor que hasta el 18 de junio no tendrá a todo el plantel y cuando debute en los Juegos Olímpicos solo acumulará un mes de trabajo y tres amistosos. La mochila para los celestes será muy pesada.
Fuente: El Observador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario